miércoles, 22 de enero de 2014

El Simbolismo Religioso: "Decálogo" de José Villegas Cordero


Hablar de simbolismo es hablar de una constante en la Historia del Arte, por los elementos simbólicos. Ya desde la Edad Media estaba plagada de símbolos. También la simbología en el Barroco fue importante, ya que tuvo tanta presencia en el ámbito andaluz sobre todo en Sevilla, que es el simbolismo una auténtica referencia, por ejemplo con Julián Gállego que escribió sobre la simbología en la pintura barroca española. Es una referencia ineludible.

En este sentido los pintores a caballo entre el siglo XIX y el XX serán una referencia sin duda de ese simbolismo. Ahora se aprovecha además un ambiente en la pintura y en el arte europeo que se propicia a través de la literatura, muy simbolista, por ejemplo con Flauvert y las tentaciones de San Antonio que ilustró Odilón Redón. Baudelaire también realizó el poema de Beatriz. Los símbolos están presente en el arte, sobre todo en la segunda mitad del siglo XIX.

El simbolismo viene a ser una reacción en contra del materialismo, con una realidad cruda, que en una suerte de evasión se pretende olvidar. A veces puede tener un signo romántico. También puede tener una relación íntima con la alegoría, pero esta necesita de una figura y el símbolo no. Habrá una serie de elementos simbólicos que no descarte de la alegoría.


El simbolismo pretende exaltar los valores del espíritu frente a la materia, y para ello se utiliza recursos artificiosos, como los círculos luminosos, las irisaciones de colores, las ráfagas, todos los elementos que propician una suerte de artificios.

Hay una relación íntima entre la literatura y la pintura. Ello es así porque la literatura tiene unos recursos gramaticales a los que no siempre puede llegar la pintura. Por ejemplo el escritor cordobés Góngora. La literatura es muy rica en posibilidades.

En cuanto a este simbolismo religioso, encontramos el Decálogo, de José Villegas Cordero (1844-1921). La serie del decálogo se compone de 12 obras: un prólogo, los diez mandamientos y el epílogo. Se hace entre los años 1898 y 1914. Con la famosa crisis, la generación del ’98, la pérdida de las colonias y de la moral, con la España negra y la España blanca, y la crítica. La otra fecha es el inicio de la I Guerra Mundial. Son dos años de referencias de marco cronológico que anima el espíritu de su autor. El cual escribe sobre su obra, una obra muy polémica en la que se ha visto una cierta heterodoxia religiosa, que algunos la vinculan con la cultura teosófica (literatura y filosofía), que va en paralelo con la masonería.

Se sabe que Villegas no fue miembro de la masonería, pero le quisieron implicar por su implicación con su amigo poeta mejicano, Amado Nerbo. Esa relación de amistad no implicaba que el pintor sevillano compartiera esas creencias.

Villegas escribió lo siguiente: “eco sonoro de sentimientos y pasiones que brotaron del alma del artista; un valor espiritual que se lanza al combate esperando hacer vibrar las conciencias atormentadas por la congoja de esta oda trágica. Es una obra que como en la vida el bien surge del mal. Si consigo que la sensibilidad dedicada y expresiva que anida en ella se transmita a todo espectador a través de diversas gradaciones de cultura, habré realizado mi ensueño evocador de un ideal que nos purifique del positivismo y escepticismo del presente”.

La serie tiene unos elementos simbólicos, como por ejemplo velos transparentes que ondean al viento, ruedas centelleantes, arcos, círculos… lo que hace que sea una de las obras más importante del simbolismo español.

José Villegas Cordero: “Prólogo: La creación” (1901-16)

Vemos lo dicho hasta el momento respecto a los elementos simbólicos que se utilizan, la relación con los prerrafaelistas ingleses. El uso de flores, de elementos de la naturaleza… pero también ese artificio, que son esas ráfagas y destellos luminosos.

José Villegas Cordero: “Primer mandamiento: Muera la materia, no el espíritu”

No cabe duda que la evocación de la pintura barroca sevillana está presente en estas obras, sobre todo de Juan Valdés Leal; pero por otro lado, palpa la tradición renacentista italiana.

José Villegas Cordero: “Segundo mandamiento: Los males nos circundan y abrazan (abrasan)”

Tenemos aquí las tentaciones, podemos remitir a José Jiménez Aranda (tríptico de San Martín). Vemos las olas de fuego, un aspecto rocambolesco podríamos decir, la truculencia y artificiosidad, teatralidad barroca…

José Villegas Cordero: “Tercer mandamiento: El Descanso”

Vemos la diversidad de colores (blanco, azul, rojo, amarillo, malva…), una suerte de cromatismo muy rico.

José Villegas Cordero: “Cuarto mandamiento: Ayudarás a tus padres”

Sin duda está pensando en el Incendio del Borgo de Rafael, cuando Eneas, Ascanio y Anquises aparecen en un extremo de la obra; aquí hace una interpretación del tema, pues en medio de una tormenta que se mueve como si fueran velos transparentes que van envolviendo las figuras, que son auténticas alegorías (en este caso, de las edades; pero también de la sangre, como la familia se ayuda).

José Villegas Cordero: “Quinto mandamiento: Perdona a tu prójimo”

No cabe duda que el tema de Caín y Abel está presente. De nuevo esa ráfaga de cromatismo, con tonos rojos alusivos a ese cruel asesinato fratricida del propio Caín a su hermano Abel.

José Villegas Cordero: “Sexto mandamiento: Únete a la que elegiste como compañera de la vida”

El Himeneo, recurre a la tradición clasicista a través del renacimiento. Toda una suerte de teatralidad floral; de nuevo la relación con los prerrafaelistas, especialmente de Rossetti, utilizando gran variedad de plantas con una simbología. De nuevo ese torbellino, que da la impresión de que son nubes, aunque no lo son, sino que forman parte de la teatralidad, es una obra escenográfica. Parece que está intuyendo lo que supondrá el cinematógrafo.

José Villegas Cordero: “Séptimo mandamiento: El trabajo ilumina el camino de la fortuna”

Se trata de trabajadores del campo, pero de pronto aparece un círculo luminoso, que no tiene en realidad una justificación en la obra; hay elementos surrealistas, que están fuera de la realidad, haría las delicias de Salvador Dalí.

José Villegas Cordero: “Octavo mandamiento: Haz luz que salve al inocente”

De nuevo la inspiración en la pintura de los prerrafaelistas y del renacimiento italiano. El efebo que aparece a la derecha podría ser un trasunto del arte clásico, pero quizás nos recuerde más a Botticelli, a los maestros florentinos. Vemos todo lo que representa, una vez más, el mundo natural. Puede recordarnos al arte del art noveau, porque va en la misma línea.

José Villegas Cordero: “Noveno mandamiento: Aparta de ti toda tentación que dañe a tu prójimo”

Se inspira mucho en la pintura de plainair, aspectos naturales en los que se desarrollan las escenas, utiliza los recursos de la naturaleza (luces, sombras). Hay una truculencia, una transformación de la realidad en la obra de Villegas.

José Villegas Cordero: “Décimo mandamiento: Bendice el pan que cura tu fatiga”

De nuevo una escena natural. Aparece Pluto (relación con el mundo mitológico). Utiliza una gama muy frecuente, la gama de colores cálidos, sin descartar ningún otro.

José Villegas Cordero: “Epílogo: La Muerte”

Aquí está la clave que algunos interpretan como dudosa ortodoxia. Incluye la frase: “No es la Tierra el centro del alma”. Vemos un signo de interrogación en la parte superior de la obra.


Y hasta aquí el Decálogo de  José Villegas. Como decimos, dejamos de lado el simbolismo profano, del cual hablaremos muy próximamente con Julio Romero de Torres.
Espero que os haya interesado. Nos leemos pronto.




Manme Romero.





Fuentes consultadas:

- CAPARRÓS MASEGOSA, María Dolores: “Pintura de fin de siglo; pintura decadentista”
- P.C. Gerardo: “Arte Contemporáneo en Andalucía”; Universidad de Sevilla.


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