viernes, 20 de junio de 2014

El Muralismo Mexicano (I): Orozco, Siqueiros y Rivera.



Como podéis ver en el título, vamos a hablar del Muralismo Mexicano, un movimiento artístico, político y social que surge tras la Revolución Mexicana de 1910. Dividiré este post en dos para que no se haga demasiado largo, y en esta primera parte hablaremos del movimiento y de los principales representantes.


El muralismo como movimiento artístico nace en México, en torno a 1922-24, que va a utilizar las grandes superficies murales como soporte de su pintura, pero con un añadido: tendrán un contenido básicamente ideológico. El muralismo se extiende como movimiento a otras naciones iberoamericanas, porque en sus idas y venidas, por donde pasa colaboran en cierta medida. El muralismo se convierte en el movimiento más internacional de esa primera mitad del siglo XX mexicano y, por lo tanto, también veremos cómo influye en Cuba.

Ese muralismo mexicano se va a convertir en un elemento artístico imprescindible para magnificar la Revolución Mexicana de 1910: un movimiento popular y nacional, una heroica revuelta de campesinos sin tierra. Algunos hablan de revuelta, otros de revolución… Comienza como una revuelta heroica de campesinos sin tierra, pero enseguida se le unen toda una serie de progresistas, intelectuales, artistas… que querían, en cierta medida, casi dos cosas diferentes: unos querían tierras, tener lo básico; mientras que otros querían volver a la vida y a la antigua civilización, truncada por los “malísimos españoles”… Para darle ese toque de intelectualidad a la revolución mexicana lo único que no había que ser es campesino.

Lo que querían era hacer de México una nación moderna, porque el porfiriato, gobierno de Porfirio Díaz, fue extremadamente complejo en cuanto a la corrupción, las mordidas (comisiones en los sobornos)…  alejado de prestar atención a las clases bajas y demás. Esto conllevará que aparezca dicha revuelta de campesinos.
Tras la victoria de los revolucionarios, los primeros gobiernos democráticos van a buscar a esos intelectuales que habían participado en la revolución para la formación cultural del pueblo, porque ese primer gobierno tras la revolución, el de Obregón, quiere hacer una reforma de la enseñanza, la cual la dirige José Vasconcelos. En esa reforma de la enseñanza ven adecuado el que esos artistas, para llegar a esas masas, utilizaran el muro para crear figuraciones murales de carácter narrativo, decorativo, celebrativo… pero sobre todo narrativo, para que el pueblo lo entendiera y pudiera ser educado. Prestaron atención también a los grabados populares para dicha educación. Es por eso que José Guadalupe Posada es una fuente muy importante para los muralistas.


A partir de aquí, los muros de los edificios públicos se convierten en portadores de mensajes gráficos para una población analfabeta. En 1920 el 85% de la población mexicana no sabía leer.

Los muralistas también tenían un deseo de remontarse a lo que era el arte prehispánico, a las historias prehispánicas… pero esos artistas muralistas se ciñen a fuentes más próximas, aunque acudan a algunos recursos iconográficos prehispánicos, pero se ciñen a fuente de la cultura popular, del folklorismo del período colonial… combinándolo con las corrientes de vanguardia europea. De nuevo la búsqueda de la identidad nacional combinado con Europa.

Emplean siempre un estilo realista, estrechamente obligado a lo que podríamos entender como realismo socialista. Está también fuertemente vinculado con el expresionismo o, mejor dicho, una tendencia expresionista. Además, tienen  un profundo interés por los avances tecnológicos y técnicos aplicados al muro. Esas pinturas que tienen que estar al aire, irán utilizando ciertos recursos técnicos más avanzados.

Ese movimiento, que surge en la década de los ’20, va a tener tres grandes muralistas, representantes: José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros. Hay otros como Fernando Revueltas o Fernando Leal… pero menos destacables.

Lo que pretendían con este estilo realista, la utilización del muro, sustituir el elemento comercial y elitista de la pintura, por una pintura con una funcionalidad pedagógica, didáctica, radicalmente popular. Por otro lado, también intentan conceder una destacada importancia al mensaje comunicado, un mensaje donde predomina la ideología de izquierda, el carácter anti-español y la marcada misión épica. Defienden también la pintura figurativa, pues le importa el mensaje.
Cuando hacen pintura de historia, las secuencias y pasajes de conquista, de la etapa colonial, siempre va a haber un sentimiento anti-español. Todo esto servía de propaganda política del estado y les sirve para reafirmar su legitimidad.


Empezaremos hablando de José Clemente Orozco (1883-1949). Nace en Ciudad Guzmán y muere en Ciudad de México. El primero de los muralistas en morir. Se le ha considerado quizás el muralista más brillante de los tres. Se forma en la academia de San Carlos de México, pero antes había estudiado en la escuela de agricultura para contentar a su familia, porque ser artista no estaba muy bien visto. Pero tiene un episodio traumático cuando está haciendo unos experimentos en dicha escuela, pierde la mano derecha en una explosión y pasa a estudiar arte.

En 1910 participa en una primera exposición de pintores “rebeldes”, que querían salir un poco de esa academia. Durante la Revolución colaboró como caricaturista político en diversas revistas y periódicos. Pero los últimos años de la revolución se marcha a Estados Unidos, donde trabajó como pintor de rótulos en unos trabajos económicos para poder sobrevivir.

Cuando regresa a México en 1920 se alinea a ese movimiento intelectual en torno a José Vasconcelos, el cual está fraguando esa idea de la enseñanza a través del mundo. En 1922 se adhirió al sindicato de pintores y escultores y Vasconcelos lo llama para que colabore en la primera obra importante y del muralismo: la decoración de la escuela nacional preparatoria. Trabajan en una serie de frescos los primeros muralistas.

“El Juicio Final”, 1923-24.

En estas obras dota a sus protagonistas de una corporeidad heroica y monumental. Aquí va a trabajar también Ribera. Su estilo heroico está fundado en un realismo de carácter expresionista, conscientemente ligado a las viejas tradiciones artísticas mexicanas, de violento dinamismo y amplísima factura. Carácter satírico, de crítica no solo social sino también a las concepciones religiosas.

“Mural en Pomona College”, 1930.

Va a realizar una serie de frescos que le proponen un asunto de tema religioso, quizás imágenes de personajes fundadores de universidades… y él utiliza el tema de Prometeo, un tema obsesivo, el hombre y el fuego. Un elemento que obsesiona a Orozco porque es el fuego que purifica, y por ello esta figura estará siempre muy presente.
En este momento va a acentuar todo ese estilo severo, esa representación de masa nerviosa, apasionada, de sentimientos cargados. Esa gran monumentalidad, corporeidad de sus personajes, que le aportan casi un cierto fatalismo apocalíptico, ese dramatismo… y, en suma, también va a mostrar esa amargura, esa personalidad un poco introvertida y también el encontrarse fuera de su patria.

“La Catarsis”, 1934.

Una obra que ya representa la plena madurez expresiva de Orozco y, sobre todo, el tema, es un alegato contra la guerra. Pero en cuanto a lo que es su técnica, nos presenta un dibujo muy recargado, casi con una fuerza que roza la extrema violencia, y ese sentido casi trágico que tiene siempre Orozco de la vida.
Al fondo presenta el fuego (obsesión de Orozco por este elemento), el único que puede limpiar, el afán destructivo del hombre a través de la guerra. Se puede salvar al hombre de la amenaza del juicio final entendido como una guerra catastrófica provocada por el hambre, la ignorancia, la fuerza satánica y la tecnología. En un primer término las armas y unas prostitutas en ese sentido de la falta total de dignidad del propio hombre, expresado por esas risas satíricas. Es, por lo tanto, un alegato contra lo que es la guerra y, sobre todo, contra lo que el hombre se empeña en destruir y, sobre todo, cómo la tecnología excesiva, cómo toda esa locura del hombre hace que el hambre, las guerras…
El fuego al fondo como único elemento purificador.

“Hombre en llamas. Hospicio Cabañas”, 1938-39.

Para toda esta obra utiliza fundamentalmente gris, blanco y negro con toques de amarillo y rojo para el fuego, que es una constante. En la bóveda lo que representa es el hombre en llamas, pintado entre 1938-39, casi con un movimiento en espiral. El hombre en llamas que se tiene que purificar en ese torbellino de llamas, arrastrando al hombre para su propia purificación. Se ha querido ver una representación de la metáfora del ave fénix: el hombre se purifica mediante el fuego para renacer. En cada uno de los cuadrángulos se representa todos esos elementos de historia, religión, tecnología… que desembocan en ese morir para revivir, ese ave fénix que es el hombre en llamas. Está en consonancia con lo que hemos visto de catarsis y con otros paneles de Estados Unidos.


“Cristo destruye su cruz”, 1943.

De nuevo el fuego el gran purificador del hombre. Ya había hecho alguna obra de este tipo representado en algún mural; una carga de pensamiento de crítica más fuerte que si la narrativa fuera gente luchando contra Cristo. Que el propio Jesús destruya su cruz es una crítica muy fuerte a lo que es el cristianismo.


El segundo muralista que abordaremos es David Alfaro Siqueiros (1896-1974). Teórico e ideólogo del muralismo, un hombre muy comprometido políticamente, muy radical en sus convicciones, lo cual lo lleva a la cárcel en más de una ocasión (lo cual hace que hasta los ’40 no sea un pintor activo en gran medida, sino que entre y salga en la prisión, se va y vuelve a México… hasta que tiene una cierta madurez y está harto de tanto movimiento).

Muy prolífero, proyectó toda su arte por Iberoamérica debido a esas continuas expulsiones por parte del gobierno de México. Argentina, Chile, Cuba…
Un constante experimentador de las nuevas tecnologías. Cree que el artista es un obrero, que el arte debe ser revolucionario, apoyarse y beneficiarse de los cambios en la tecnología, por lo que siempre está investigando en cómo avanzar en los aspectos técnicos de su arte.

“Eco por un grito”, 1937.

Esmalte sobre madera. Antimilitarista, donde rechaza la violencia, inspirada en los desastres de la Guerra Civil y representa la destrucción del mundo, el abandono, la desesperación… todo representado por un niño en medio de una desolación absoluta llorando y con esa cabeza duplicada. Bastante conmovedora y dramática al estar esa representación de esa desolación de ese llanto del niño.

“La Nueva Democracia”, 1947.

Un enorme panel apaisado donde nos muestra una gruesa materia, casi en relieve, colores brillantes… donde nos muestra a una mujer con el torso desnudo, que avanza con fuerza hacia el espectador, con un gorro frigio está rompiendo cadenas… porque realmente está siendo considerada la nueva democracia. En este mural insiste en todo lo que son esas nuevas técnicas de aplicación de los colores y realmente se convierte en uno de los murales con más repercusión política, una de las iconografías más recurrentes cuando se quiere hablar de la libertad.
Lleva el gorro frigio porque es el de la Revolución francesa. Es un triunfo contra lo que sería el fascismo. La modelo es la esposa de Siqueiros, Angélica Arenal, que se convierte en la iconografía de las revoluciones posteriores de ciertos movimientos revolucionarios.

“Nuestra imagen actual”, 1947.

Una obra monumental, que realiza en piroxilina sobre celotex (algodón muy resistente, especie de tela especial como si fuera de loneta). Coloca a ese hombre cargado de expresiones telúricas (la cabeza es una piedra, ese pasado, un cráneo informe… las raíces prehispánicas, pero también puede conectar con cierta impotencia), las manos con un gran escorzo, donde se presentan al espectador, vacías, buscando, queriendo conseguir un futuro, una vida mejor. Técnicamente la obra ha sido construida con ese manejo claro y resuelto de la perspectiva poli-angular que tiene Siqueiros, y es una de las obras claves de caballete. Aunque los muralistas rechazan el caballete, pues piensan que este es una pintura para burgueses (clases que pueden comprarla), en realidad los tres los hacen. Ribera realiza mucho caballete, el cual vende a los turistas norteamericanos. Orozco quizás sea el que tenga una calidad menor en cuanto a pintura portátil.


Y llegamos al fin al gran Diego Rivera (1886-1957). Poseedor de un encanto único, atrapó a miles con su particular estilo pictórico y su extravagante estilo de vida. Rivera “el conquistador”.
El gran muralista, el más internacional y famoso. En una familia de estatus medio alto, de mentalidad avanzada, padre químico, editor de un periódico liberal… Todos estos artistas de la vanguardia casi siempre nacen en una familia burguesa, acomodada, con estudios… un estatus medio-alto, más liberales o más conservadores.
Las perspectivas en planos superpuestos, un convencionalismo de perspectiva que asimila de los murales italianos del Renacimiento y que utilizará para esa pintura que él considera que tiene que ser como un instrumento pedagógico, en la que va a representar a todos los héroes de la revolución, la utopía del México nacionalista, antiespañola…

“El hombre en la encrucijada”, Rockefeller Center, 1933.

Un edificio decorado con toda una serie de mobiliario Art Decó, muy rico… y piensa que va a pintarle un mural con el tema: el hombre en la encrucijada mirando esperanzado al futuro.
Coloca en el centro de toda la composición un hombre, que es un obrero, el dueño de la técnica, el cual maneja una gran máquina. Pero está rodeado de una serie de retratos como el de Lenin, Trotsky y otros ideólogos comunistas. Un discurso de izquierdas, marxista… que no acepta Rockefeller, el cual le pide que lo modifique. Rivera dice que no va a retocar nada, se produce un escándalo en Nueva York… se niega a repintar la obra. El mecenas le paga y destruye la obra.
Pero como Rivera tiene ese halo de suerte, cuando regresa a México le encargan que haga un mural para el Palacio de Bellas Artes de la capital mexicana y aquí tiene la oportunidad de volver a hacer el mural, donde va a mostrar exactamente todo lo que había mostrado en Nueva York. Ese obrero que está en el centro, que parece que maneja una máquina… todo lo conquista a través de las ideologías de izquierdas.

“América Prehispánica”, 1950.

Desde los elementos andinos (Machu Picchu), el jaguar muy presente, todo lo que es el basamento piramidal, los templos, los elementos pictóricos de los códices postcortesianos; toda una serie de elementos directos, casi caricaturescos, incluso la sangre por la escalinata, los sacrificios de sangre, volcanes…

“El agua, origen de la vida”, 1951.

Uno de los finales de su vida de los más interesantes porque se aparta de la rutina de todo lo antiespañol. Para el parque de Chapultepec. Le encargan que pinte todas esas conducciones de agua del parque, por lo que es un desafío, pues parte de esos murales tenían que ir cubiertos de agua, por lo que utiliza una técnica experimental, combinando el polietileno con una solución de caucho para que no se fuera. Esto se ha restaurado hace poco. Concebido para ser visto desde arriba, el que está arriba ve como si está en un puente discurrir el río. Tema central el agua. Utiliza una serie de recursos iconográficos que nos pueden recordar a otros de la pintura de Teotihuacán. La Chalchiuhtlicue, diosa de la que sus manos surgen los chorros de agua, el agua de la vida. Por tanto esa idea de colocar esas manos blindando esas aguas. Enfrenta un personaje masculino y otro femenino. Simulando la corriente de agua aparecen una serie de bandas, con una especie de caracolillos, plancton, microorganismos aumentados, para identificar el agua… recurso que ya habían hecho en la cultura prehispánica, no microorganismos pero sí caracolas, renacuajos y otros elementos marinos.  Inspiración en “El paraíso de Tlaloc”, pintura mural de Teotihuacán.







Manme Romero.







Fuentes consultadas:
-         AA.VV.: “Pintado en México”
-         AZUELA, Alicia: “Diego Rivera en Detroit”
-         GUTIÉRREZ VIÑUALES, Rodrigo: “Arte latinoamericano del siglo XX”
-         KETTENMANN, Ad.: “Diego Rivera”
-         LUCIE-SMITH, Ed.: “Movimientos artísticos desde 1945”






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